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Crítica: "Háblame", por Javier Collantes

Una palabra, una película, una supuesta sorpresa o una decepción, virtudes fílmicas o defectos de forma, todo en ello, una escritura fílmica sobre un boceto, el miedo, el terror, cine con interés a quien crea, sienta, una multitud de sensaciones en un género cinematográfico de múltiples vertientes, cine de sustos, cine de dejar 'clavado' al espectador en su butaca en la sala. Bajo las influencias de otros títulos de mayor envergadura en contenido y desarrollo, e inspirada en hechos reales, Háblame, dirigida por los hermanos gemelos y youtubers Danny y Michael Philippou, nos ofrece un relato endeble, lleno de tópicos y clichés al uso, una suerte de atracción de feria a modo de un 'tren de la bruja' cuya escoba/cámara sólo destaca en un plano secuencia inicial.


Con un argumento que en principio denota puro miedo, la historia nos presenta a una adolescente solitaria que se engancha a la aventura de invocar espíritus utilizando una mano embalsamada, pero las circunstancias de dicha experiencia le enfrentarán a un alma que dice ser su madre muerta, desatando la presencia de fuerzas sobrenaturales y la duda sobre en quien confiar, en vivos o muertos.. Así, de la 'mano' de la distribuidora A24 y un artículo que parece sacado de una tienda de disfraces, Háblame despliega unos destellos que se reutilizan en pase de terror sobrenatural, no exento de sustos fáciles que no sorprenden, y toma algo de Insidious sin lograr su propósito.


Famosos por el ultracélebre canal de Youtube RackaRacka, los directores de esta película firman un pasatiempo fallido que se queda corto, ni la mano embalsamada ni sus efectos especiales resultan suficiente para remontar una banda sonora desencajada, una fotografía que apenas cumple su cometido, unas interpretaciones forzadas... Nos dará una continuación, aunque, más que hablar, se queda en puro plástico. Háblame es un film de invocaciones cortado, desigual, con las maneras de un juego sin alma cuya lectura carece de impacto en muchos de sus tramos narrativos y ni tan siquiera dialoga con el espectador, sólo se queda en un ejercicio de falso encaje de bolillos en sus vértices, fondo y desarrollo. En fin, esta mano no mece la cuna... y le faltan pilas de larga duración.