espantosa, incoherente, tan fantasiosa que se sale de los límites del fantástico: aquí pedir al espectador suspensión de incredulidad es más un acto de fe que otra cosa ante prodigios tales como globos que se arreglan por arte de magia y aparecen en el momento justo de salvar a los protagonistas. Humor infantilón. ¿Actuaciones? Los efectos especiales más chungos que haya visto yo en una producción de este calibre. La primera parte es poquita cosa. De esta secuela hay que huir como de la peste.
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